La instalación de más de cien millones de pipas de porcelana que Ai Weiwei preparó para la Tate Gallery de Londres no ha estado abierta ni tres días. La gran afluencia de público que acudió para verlas, tocarlas y pasear por encima (pueden verse fotos en algunas webs) generaba un polvo que era perjudicial para la salud, aunque en algunos medios se ha hablado de que la verdadera razón es que los visitantes cogían algunas de las pipas como recuerdo.
El diario británico The Guardian, el día de la inaguración de la exposición, publicó el artículo ¿Está bien robar una pipa de la Sala de Turbinas? en el que se recogían unas declaraciones del artista sobre esto:
“Si yo fuera parte del público me gustaría coger una pipa, pero para el museo es una obra total y coger una pipa afectaría al trabajo. Las instituciones tienen sus propias políticas, pero a mí me gustaría coger una“.
Al final, sea cual sea la razón, los visitantes tienen que conformarse con ver la instalación desde lejos.
Yo no sólo las hubiera tomado, sino que me las hubiera comido ahí mismo.
Creo te habrían sentado bastante mal 😉
Pero entonces habría valido la pena. Apuesto que el artista lo hubiera agradecido, porque entonces, en la pieza, se completaría este juego de real-no real. Y del peor es nada. Y ese tipo de cosas. Pero sólo estoy especulando. Saludos.
No va mas allá de los hurtos el artículo y la obra, quizá que es eso lo que provoca esta obra y nada más. Me parece que al artista le interesaba como publicidad que la gente se llevara una pipa y a la sala le molestó el asunto.