Barbara Kruger lleva cincuenta años cuestionando el poder, el machismo o el consumismo y entiende la empatía como un sentimiento radical que puede cambiar el mundo. “Mi trabajo habla sobre cómo somos los unos con los otros”, reconoce.
Nacida en 1945 en Newark (New Jersey), Barbara Kruger ha desarrollado un lenguaje propio y reconocible basado en la publicidad y los medios de masas y ha tratado de que sus mensajes sean accesibles al situarlos en el espacio público a través de carteles, vallas publicitarias, autobuses, camisetas, periódicos, o intervenciones en fachadas de edificios o estaciones de metro. De esta forma, Kruger busca poder llegar a personas que se sitúan fuera del sistema del arte y no visitan museos y galerías, pero también se preocupa por otras formas de discriminación, como las que se producen por razones de raza, clase o género. Por eso, los textos que aparecen en las obras de Barbara Kruger han trasladado a la esfera pública de medio mundo cuestiones que tenemos asimiladas o interiorizadas y nos interpela sobre ellas introduciendo con frecuencia pronombres, o utilizando imperativos o interrogaciones.
Kruger se apropia de imágenes en blanco y negro, que extrae principalmente de revistas, y las combina con textos escritos en tipografía Futura Bold Oblique. Este apropiacionismo de imágenes y su cercanía al mundo de la publicidad o la comunicación política supone una ruptura con los conceptos de autenticidad, unicidad y obra maestra asociados a siglos de historia del arte de dominio masculino. Además, sitúa a Kruger cerca de otras artistas como Jenny Holzer o Martha Rosler, y según escribe Megan O’Grady en The New York Times, también de los actuales memes. En los últimos años, no obstante, ha cobrado mayor protagonismo el texto hasta prescindir en ocasiones de la imagen.
Barbara Kruger trabajó como diseñadora gráfica en varias publicaciones del grupo editorial Condè Nast, algo que marcó su preferencia por tipografías de fácil legibilidad pero también hay en su trabajo influencias del cine o la televisión. De hecho, Kruger fue colaboradora durante algunos años en la revista ArtForum, en la que tenía una columna para hacer crítica de televisión. Kruger se muestra especialmente interesada por los reality shows, y por la manera en la que dejan ver cómo construimos nuestra propia imagen y ofrecen una visión sesgada de la realidad. Cuando Kruger ha presentado sus obras en museos o galerías, se ha centrado, especialmente, en crear grandes instalaciones en las que el texto se expande por todo el espacio, o complejas videoinstalaciones multicanal.
Pero antes de alcanzar este lenguaje propio y construir su propia imagen de marca, Kruger experimentó durante algunos años con el arte textil, a finales de la década de los sesenta, por influencia de Magdalena Abakanowicz. “Me encantaba tejer, hacer ganchillo y todo eso, pero era como poner mi cerebro a dormir”, dice sobre esto.
Su preocupación por temas sociales es evidente en su obra más icónica, Your body is a battleground, que fue concebida inicialmente como cartel para promover la marcha por las mujeres de 1989. Esta protesta reclamaba el aborto legal y el derecho de las mujeres a decidir sobre sus propio cuerpos. Barbara Kruger pegó carteles de madrugada, junto a participantes de un programa de estudios independientes del Whitney Museum, en Nueva York. La pervivencia de estos carteles en la calle, no obstante, era limitada, pues muchos de ellos serían cubiertos en un breve periodo de tiempo por otros. Por eso, Kruger empezó pronto a considerar la necesidad de utilizar otros espacios más permanentes dentro del espacio público. Así, en 1991 creó su proyecto “Untitled (Bus Shelter posters)”, en el que propuso un cambio de roles presentando en varias paradas de autobus y medios de comunicación a varios hombres pidiendo ayuda al recibir la noticia de sus propios embarazados no deseados durante la adolescencia, con problemas económicos o de salud o, en el caso de George H. W. Bush, al inicio de su prometedora carrera política. (Este último solo apareció en prensa).
La creación de estereotipos y la construcción de la imagen de la mujer como objeto pasivo por la mirada masculina es otra de las preocupaciones de la artista, que aparece en una serie de trabajos que presentan influencias del ensayo “Visual pleasura and narrative cinema” de Laura Mulvey (1975). Sin embargo, Kruger no entiende los estereotipos como algo exclusivo de las mujeres y así visibiliza cómo los hombres construyen contextos que les permiten tener contacto físico con otros hombres sin que por ello se ponga en duda su masculinidad.
En otra serie de trabajos a lo largo de su trayectoria, Barbara Kruger pone de relieve y critica cómo en la sociedad moderna construimos nuestra identidad individual en función de lo que consumimos o lo que podemos llegar a poseer.
Kruger también se ha mostrado crítica con los símbolos culturales y políticos de Estados Unidos. En plena Guerra del Golfo sustituyó las barras y estrellas de la bandera por textos y preguntas, en las que cuestionaba el patriotismo. Untitled (Questions) tuvo su versión mural en 1991 en el MoCa de Los Ángeles, donde la artista celebró su primera gran exposición. Este museo, además, ha reincorporado el mural en el año 2018.
La serie Untitled Questions ha seguido activa de manera recurrente en el trabajo de Barbara Kruger y pudo verse en Los Ángeles en la última edición de la feria Frieze en febrero de 2020. En esta ocasión, utiliza el color verde en referencia al dinero o la envidia. Tampoco se ha salvado de las críticas Donald Trump, a quien llamó perdedor en 2016, o a quien ha afeado sus relaciones con Putin o su gestión de la crisis del coronavirus.
Haber desarrollado un lenguaje tan icónico y reconocible ha provocado que existan muchas apropiaciones y se generen muchas imágenes basadas en su forma de trabajar. Un ejemplo lo encontramos en el videoclip Hip de la banda de k-pop Mamamoo. Que otras personas se apropien de su lenguaje no parece suponer un gran problema para Barbara Kruger, que en 2011 creó la pieza “Untitled (That’s the way we do it)” a partir de imágenes basadas en su trabajo que pudo encontrar en Google.
El caso más sonado de apropiación es el de la marca Supreme, que basa su logotipo y algunos de sus productos en venta en el trabajo de Kruger. La respuesta de la artista fue crear en el contexto de la bienal Performa 2017 de Nueva York el proyecto The Drop, una tienda pop up que parodiaba un drop o lanzamiento limitado de Supreme. “Estoy esperando que me denuncien”, dijo.
Barbara Kruger es una artista necesaria y sus mensajes no han perdido vigencia ni actualidad a día de hoy, como demuestra la reciente versión autorizada de Your body is a battleground que invadió las calles de Polonia durante las últimas protestas por los derechos de las mujeres en 2020.
[Este artículo se publicó originalmente en Woman Art House]
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