Hace varios días, a través del perfil de twitter de Rufino Ferreras, responsable educativo del Museo Thyssen Bornemisza, encontré un artículo del blog Art Museum Teaching que reflexionaba sobre si
los museos se están volviendo demasiado dependientes de la tecnología, especialmente en lo relacionado con el entorno educativo. Su autor, Mike Murawsky, es el director del área educativa del Museo de Arte de Portland y en absoluto es un detractor del uso de las nuevas tecnologías por parte de los museos. Como bien indica en el post, es un defensor de los cambios que deben afrontar los museos del siglo XXI pero a raíz de su propia experiencia desarrollando programas y actividades educativas con o sin tecnología y de comprobar las enormes cantidades de dinero que muchos grandes museos destinan al área tecnológica, ha tratado de reflexionar sobre este tema y aunque se centra en el área de la educación creo que sus aportaciones resultan interesantes para todos los ámbitos. Entre las puntos que he extraído de la entrada, destacaría preguntas como
¿se está dedicando demasiado dinero a la tecnología y poco a los departamentos educativos de los museos? ¿se está quitando importancia al trato humano y a la interacción entre el personal del museo y sus visitantes?
Antes de seguir me gustaría destacar que en la entrada, Murawski hace referencia a todo tipo de elementos y herramientas basadas en la tecnología: pantallas táctiles, webs y redes sociales, aplicaciones móviles… y es que creo que, aunque quizás hablar de dependencia sea excesivo, sí se está pecando de un exceso de confianza en la tecnología por parte de los museos. No basta con utilizarla, sino que es necesario saber utilizarla, conocer sus posibilidades e integrarlas dentro de la estrategia y los objetivos del museo, entender que las herramientas tecnológicas no pueden sustituir sino complementar a otras tradicionales.
En este sentido, una de las ideas más interesantes que aporta Murawsky en el blog es que las experiencias dentro y fuera del museo (en el entorno online) deben entenderse como conjunto y no de manera aislada, por separado aunque insiste en que nada puede sustituir el contacto directo con las obras de arte y el trato humano, porque son este tipo de experiencias las que dotan al museo de un verdadero valor. Teniendo en cuenta esto, nos quedaría claro el primer punto:
cualquier herramienta tecnológica que se incluya en el museo debe formar parte de una estrategia y no concebirse de manera aislada como una finalidad en sí misma.
Pero lo que trata Mike Murawski es hacernos reflexionar. No se trata de posicionarse a favor o en contra de la tecnología, eso no tendría sentido, pero nos recuerda que interactuar, colaborar, construir comunidad, participar o compartir son acciones que pueden (y deben) desarrollarse también en el espacio físico del museo y que no tienen por qué estar vinculadas a la tecnología. Porque una aplicación móvil o una pantalla táctil no hace que un museo sea más abierto, social y participativo, sólo contribuye a que pueda llegar a serlo. Como leí en un blog hace unos días, no basta con que un museo esté en twitter, sino que también tiene que ser twittero.
Si os interesa seguir pensando sobre este tema os recomiendo que echéis un vistazo a esta presentación, realizada por Murawski para participar en unas Jornadas celebradas en el Museo de Arte Contemporáneo de San Diego.
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