¿Por qué no ha habido grandes mujeres artistas? Algunas reflexiones sobre el ensayo de Linda Nochlin
En enero de 1971 Linda Nochlin publicaba su ensayo “¿Por qué no ha habido grandes mujeres artistas?”. En este texto, considerado fundacional de la historia del arte feminista, la pregunta planteada por Nochlin no pretendía ser respondida mediante la defensa de un arte catalogado como femenino o de un listado de nombres de artistas mujeres “notables o no suficientemente valoradas por la historia”. La verdadera pregunta a la que buscaba dar respuesta, como explica según avanzamos en el texto, es por qué no habido equivalentes femeninos de los denominados grandes genios de la historia del arte, partiendo de la base de que no hay nada biológico que pueda explicar este desequilibrio. De hecho, Nochlin escribe: “La culpa no es de nuestra suerte, nuestras hormonas, nuestro ciclo menstrual o nuestros vacíos interiores, sino de nuestras instituciones y nuestra educación, entendiendo esta como todo lo que nos sucede desde el momento mismo en que llegamos a este mundo de símbolos, signos y señales cargados de significados”.
Así, como se deduce de ese párrafo, el objetivo real del ensayo es poner el foco sobre los factores sociales, históricos y educativos que han dificultado que, a lo largo de la historia, las mujeres pudieran desarrollar una carrera artística profesional en igualdad de condiciones respecto a sus compañeros hombres. Nochlin llega incluso a apuntar otros aspectos como cuestiones de raza o clase social, aunque sin profundizar demasiado. Esto, lo de no llegar a profundizar demasiado, es algo que, a grandes rasgos y con una lectura desde los ojos del 2023, se podría destacar del texto de Nochlin, aunque lo fundamental es que ya nos advierte la autora de que la pregunta “¿Por qué no ha habido grandes mujeres artistas?” es sólo la “punta de un iceberg de malentendidos e ideas erróneas”. Es un hecho que plantearla abrió muchas brechas que luego fueron estudiadas y ampliadas desde posicionamientos más críticos y políticos por otras historiadoras y teóricas, incluida la propia Linda Nochlin, en publicaciones posteriores.
En el ensayo de 1971, Linda Nochlin empieza delimitando qué es el arte, entendido como actividad que requiere de un aprendizaje o un período de experimentación, y desmitifica el concepto de genio, además de los relatos construidos, rozando a veces la hagiografía, en torno a él y a los artistas (siempre hombres) a los que suele aplicarse esa etiqueta. No trata de desgranar, por ejemplo, el origen etimológico de la palabra “genio” que la hace, por sí misma, excluyente, aunque sí es un acertado punto de partida para hacernos entender que eso del talento innato (al que ella se refiere como pepita de oro) no es un argumento sólido sobre el que sostener la historia del arte. Y ya nos advierte Nochlin de que, sólo en contadas ocasiones, la historia del arte se ha interesado por estudiar y visibilizar las circunstancias productivas de lo que se conoce como el “gran arte”.
Con todo esto, Linda Nochlin nos invita a poner los pies sobre la tierra con planteamientos arrolladores para analizar, precisamente, esas circunstancias sociales y estructuras que han condicionado la producción artística de las mujeres para situarla en un lugar secundario.
El punto de vista del hombre blanco occidental es una distorsión intelectual
Partiendo de la premisa planteada por John Stuart Mill de que lo habitual acaba por aceptarse como natural, Linda Nochlin nos sitúa frente a la dominación masculina en la construcción del relato de la historia del arte. Es cierto que no profundiza en las circunstancias históricas y sociales que imperaban en el momento (siglo XIX) en el que la historia del arte se configura como disciplina académica (lo harán posteriormente Griselda Pollock y Rozsika Parker), pero incide en la idea de un relato subjetivo aceptado inconscientemente, académicamente y socialmente como válido. Habla del punto de vista del hombre blanco occidental no sólo como una distorsión ética o moral sino intelectual y como tal distorsión debe corregirse a través de la aplicación de la teoría feminista al estudio de la historia del arte. El llamado problema de la mujer, añade Linda Nochlin, “no debe contemplarse desde la élite masculina que domina el poder”.
El verdadero destino de la mujer es el matrimonio
Linda Nochlin tampoco pasa por alto las ideas naturalizadas de que el hogar es el espacio propio de las mujeres, y que la función de éstas es el cuidado y el bienestar de la familia. Ambas son cuestiones que van a determinar sin duda las opciones de profesionalización de las mujeres artistas, especialmente durante el siglo XIX. Nochlin incide en la necesidad de elección entre el matrimonio o el trabajo, un dilema interiorizado por muchas mujeres al que los hombres eran ajenos, porque podían tenerlo todo a su alcance. ¿Para qué querría una mujer, en este contexto social, profesionalizarse? Todo estaba perfectamente organizado para relegar al 50% de la población al ámbito amateur.
Avanzando en el texto, Nochlin analiza que el papel de la familia es determinante para la profesionalización en el caso de las mujeres: en su mayoría (y en mayor proporción que sus compañeros masculinos), ellas proceden de familias de artistas y entrado el siglo XX, será habitual que las mujeres artistas tengo algún vínculo, principalmente sentimental, con hombres artistas de prestigio. (Sobre la familia y el amor en relación con la profesionalización de las mujeres profundiza Germaine Greer en su libro “La carrera de obstáculos”)
Por circunstancias morales, vinculadas a su papel en el hogar, se restringió a las mujeres el acceso a las academias, cuando éstas eran el único medio para poder forjar una carrera profesional, e igualmente por cuestiones morales, se las excluyó de la enseñanza del desnudo al natural, fundamental para poder después trabajar la pintura de historia. Así, sin opciones para trabajar en los grandes temas el desarrollo de la práctica artística de las mujeres se reducía no solo al ámbito amateur sino que también se limitaba a géneros artísticos considerados menores, como el retrato o la pintura de flores.
Queda claro en el ensayo el papel determinante de los factores sociales, históricos y educativos en la profesionalización y el reconocimiento de las mujeres artistas. “¿Por qué no ha habido grandes mujeres artistas?” de Linda Nochlin es un texto de lectura obligada, que se ha reproducido en diversas publicaciones, y lo que es más interesante, sin que su autora haya sucumbido a la tentación de reeditarlo, reescribirlo o ampliarlo tal como cuenta, hablando en general sobre sus textos, en el prólogo de “Mujeres, arte y poder y otros ensayos”.