El año pasado empecé a interesarme por la relación entre el mundo del arte y el de los vídeoclips, al descubrir el vídeoclip de Red Hot Chilli Peppers inspirado en las One Minute Sculptures de Erwin Wurm. Empecé a investigar y encontré más ejemplos, algunos, los más numerosos, fruto de la colaboración entre bandas de música y artistas como Suso33, Ruth Gómez, Tony Oursler, Marcel Dzama o Andy Warhol, entre otros. Pero, a medida que iba tratando de profundizar, me fui dando cuenta de que el mundo del vídeoclip es mucho más complejo de lo que aparenta, porque es una herramienta promocional con fines comerciales que se vale muchas veces del escándalo para cumplir sus objetivos. También se ha criticado, especialmente, durante los últimos años por la falta de ideas originales.
Estas navidades encontré en Sevilla el libro “El vídeoclip: comunicación comercial en la industria musical“, de David Selva y no pude evitar comprarlo. El punto de partida del análisis no es estético o artístico sino que se centra en su finalidad como herramienta de comunicación comercial por parte de la industria musical. Sin embargo, tras dejar patente la controversia que existe en torno a la definición del vídeoclip por parte de defensores y detractores, queda claro que el vídeoclip es un género audiovisual en sí mismo y que, aunque no puede considerarse una disciplina artística, sí es una manifestación propia de la cultura de nuestro tiempo hasta el punto de que para algunos autores es la manifestación cultural que mejor define la posmodernidad.
En uno de los primeros capítulos del libro, titulado “Aproximación histórica al vídeoclip”, David Selva hace un repaso por algunos de los antecedentes del vídeoclip. Aunque él hace referencia también a elementos relacionados con la televisión o la publicidad, yo extraigo algunos de los más relacionados con el mundo del arte, aunque rastreando un poco podéis encontrar más.
1. La ópera
En su libro, David Selva hace referencia a la ópera, junto con la danza o incluso el teatro, como uno de los primeros antecedentes del mundo del vídeoclip aunque sin detenerse mucho sobre ello, porque, como bien indica, todos los estudios que tratan de buscar los orígenes del vídeoclip toman como punto de partida ejemplos que se basan en las imágenes en movimiento. Sin embargo, a pesar de la opinión de algunos expertos que consideran que el uso de la imagen implica que la música pase a un segundo plano e incluso que se condicione la interpretación por parte del público del mensaje de un canción, lo cierto es que, como explica Silva en su libro, la música es imagen y estuvo ligada a la imagen desde sus inicios. Había un tiempo en que el público no entendía la música sin la presencia de los músicos y la interpretación en directo de las canciones. Lo “antinatural”, por así decirlo, es escuchar música grabada o por la radio, sin que su disfrute conlleve al mismo tiempo una experiencia visual y, sin duda, la ópera es el género musical más visual que existe. El vídeoclip ha permitido que volvamos a entender la música de una manera audiovisual.
2. El cine surrealista
En este punto, David Selva cita que Juan Antonio Bayona, director de cine y realizador de videoclips afirmó en una entrevista que si Luis Buñuel tuviera que rodar de nuevo Un perro andaluz en vez de una película haría un vídeoclip. Sin embargo, la relación entre el cine surrealista y el vídeoclip es muy discutible y algunos autores, como Marsha Kinder, hacen referencia a aspectos formales, narrativos e iconográficos, relacionándolos con el mundo de los sueños.
3. El cine soviético
La relación con el cine soviético parece más clara especialmente a las innovaciones y experimentaciones técnicas que este movimiento de vanguardia desarrolló en el ámbito del montaje de las imágenes y que no sólo ha influido en el mundo del videoclip sino también en la producción cinematográfica posterior. En este sentido, se cita el “montaje constructivo” de Dziga Vertov, basado en la yuxtaposición de imágenes sin ningún tipo de conexión lógica ni continuidad espacial o temporal, o el “montaje de atracciones” de Sergei Eisenstein, relacionado con el “efecto Kuleshov” que busca provocar en el espectador determinadas emociones para dotar de nuevos significados a las imágenes.
4. Los absolute films
Se trata de un movimiento experimental desarrollado durante los años 20 por un grupo de pintores y artistas, entre los que se encontraban Hans Richter, Walter Ruttman y Oskar Fischinger. Estos artistas reflexionan sobre la abstracción a través de la imagen en movimiento, buscando analogías con la música.
Las experimentaciones de Oskar Fischinger son consideradas por autores como Austerlitz como “protovideoclips”. Pretendía crear un lenguaje fílmico nuevo, adaptando las imágenes a piezas musicales preexistentes de autores como Mozart, Dukas o Liszt a través del color, la geometría o el movimiento.
5. El vídeoarte
La aparición de los primeros vídeoclips difícilmente podría entenderse sin el vídeoarte. Sin duda, muchos realizados de vídeos musicales tuvieron en cuenta las innovaciones técnicas y visuales de ese nuevo formato artístico que acababa de nacer. De hecho, la aparición del vídeoarte estuvo ligada en sus inicios a la música, teniendo en cuenta que sus precursores, entre los que se encontraban Nam June Paik o Wolf Vostell, formaban parte del movimiento fluxus. Pero también los primeros videoartistas encontraron inspiración en la construcción de los iconos pop a través de imágenes electrónicas y este es el caso de la obra Beatles Electroniques, realizada por Nam June Paik y Jud Yalkut entre 1966 y 1969 a través de la remezcla de fragmentos de la película A hard day’s night protagonizada por Los Beatles. Esta pieza audiovisuales, de 2’59” de duración, ha sido recientemente restaurada y forma parte de la colección del MoMa.