El pasado lunes se inauguró, en el Centro Cultural San Jorge, De ida y vuelta, una exposición comisariada por Juan Ramón Barbancho con la que el artista Rorro Berjano nos acerca a la realidad cubana a través de pinturas e instalaciones que no dejarán indiferente a nadie.
De ida y vuelta recoge obras realizadas en Cuba o como consecuencia de tus experiencias allí ¿Cómo fue tu primer viaje?
Todo empezó en el 99, tras leer Viaje al país de las almas, de Jordi Steve. Este libro fue el culpable de mi ensimismamiento con el mundo negro. Tras leer este libro comencé a interesarme a nivel artístico por los cultos animistas, mis trabajos de esa época se poblaron de todos estos conceptos que me transmitió Jordi. Ese mismo año, decidí viajar a África, pero el destino me obligo a quedarme en España.
En el 2000, conocí y tuve la suerte de convivir con Pablito Hernández Ocaña, Omo Aña (tamborero del Gran Lazaro Ros). Pablito me inició en los conceptos animistas Afrocaribeños. Mi obra se poblaba cada vez más de estos conceptos, de deidades y personajes mitológicos, poco a poco comenzaron a tomar cada vez mas protagonismo y sentí necesidad de profundizar en esta cultura. En el 2004 viajé por primera vez a Cuba y mantuve mi estancia en el barrio animista por excelencia de la Habana, Guanabacoa. Allí gesté y comencé LA CASA DE OLOFI, que es de mis trabajos el que más tiene que ver con estos conceptos, son puros Santorales. Tras hacer este primer trabajo, recibí mi primera ayuda Zurbarán, con la que seguí trabajando en este país. Desarrollé Havana Now, y por último presento esta especie de monográfica que recoge todas mis fases de trabajo entre Cuba y España, DE IDA Y VUELTA.
¿Cómo te ha influido Cuba a nivel artístico y personal?
La influencia ha sido de gran relevancia. Alguien que no recuerdo ahora mismo decía que viajar es la manera mas efectiva de darte cuenta de lo equivocado que estabas. Pues así fue.
Cuba me hizo volver a construir mis cimientos. Ponerte cara a cara con la necesidad, la pobreza y el hambre, no es fácil. Me pasé varios meses viviendo en lo que aquí llamamos chabolo y allí llaman casa. Esta situación me hizo entrar en un estado que los psicólogos llaman depresión. Yo más bien diría que entré en un proceso de aprendizaje, de evolución personal y espiritual demasiado profundo. Para mí viajar a Cuba es darte un gran baño de humildad. A mi me ayudó a situarme en mi sitio. De la humildad, del barrio, de la pobreza, de la necesidad, de la clases bajas, de ahí es de donde nace lo mío.
Después de tener estas vivencias y partiendo de la sensibilidad, uno aprende a disfrutar de otras cuestiones que no son el confort, el capital, ni otras superficialidades que aquí para nosotros son tan irrelevantes.
Para mí viajar a Cuba ha sido un renacer, a nivel artístico, espiritual y humano. Gracias a todo esto, no soy el mismo.
Hace poco se quemó tu estudio, con una parte importante de tus obras, ¿de qué manera ha condicionado esto la exposición?
Lo que mas me condicionó de esta situación fue el tiempo, es lo único que no se puede recuperar, lo demás es materia, como se crea se destruye. Esto también para mi ha sido un buen proceso de aprendizaje, un buen despojo de la materia, necesitaba asesinarme de nuevo y gracias a esto se generaron obras como Santa Calunga, Happy Days, o Flow Habanero II. Si esto no hubiera ocurrido, seguro que la no habría tenido esa intensidad. Para mi todo esto ha sido un avance, me he sentido un poco Ave Fénix.
Llama mucho la atención que en tus obras conviven imágenes religiosas, procedentes a veces de tradiciones ancestrales, con otras como Spiderman, Mickey, Bart Simpson o las Super Nenas…
En estas obras hablo de la pervivencia de los conceptos ancestrales, su evolución. Estos conceptos ancestrales sobreviven a la contemporaneidad, esto son pruebas de ello. Todo evoluciona, para bien o para mal pero evoluciona.
En el 2005 en mi segundo viaje a la Habana, tuve la suerte de asistir a una ceremonia de coronación de un hijo de Elewa. El cuarto donde se desarrollaba la ceremonia, estaba montado lo que llaman el Trono, en este caso era el trono de Elewa. Me apasiono la acumulación de objetos y ofrendas que se le ponen a este santo niño, de hay nacieron mis tronos de Elewa, que representan básicamente esos altares que le ponen este Orisha Niño, sus atributos tiene que ver con todo lo que le gusta a los muchachos. A mi me pareció una experiencia estética alucinante. De todas formas a mi todo esto me gusta, me siento un poco niño.
Probablemente, una de las instalaciones que más llamarán la atención es Happy Days, ¿en qué consiste?
Habla de la dualidad entre el bien y el mal, por eso el Cristo que ocupa la parte central se encuentra invertido al plano terrenal, Elewa es un santo niño que hace el bien, pero este mismo santo tiene un Camino en el que se llama Echu, que es lo opuesto, un niño travieso que hace el mal. Por eso se aprecia a Superman degollado o un osito armado con un cuchillo. El bien y el mal habita en las personas en un mismo porcentaje, nuestra cabeza es lo que nos hace tener una condición humana o otra.
También me parecía muy interesante que los niños pudieran interactuar en una obra. Es una buena forma de acercar a los mas jóvenes a la plástica contemporánea, y yo creo que ha surgido un efecto positivo. Los padres que asistieron a la inauguración paseaban en la exposición y los niños jugaban en esta obra que cumplía la función de guardería, pero con un trasfondo para mi bastante educativo.
Utilizas materiales de reciclaje, plástico, chapa, petróleo… ¿cómo los eliges?
Mas bien ellos me eligen a mí. He estado hablando de muchos conceptos que me interesan en el arte, si quiero ser coherente en mi discurso no puede ser de otra manera. Apuesto más por la economía de medios. Odio la especulación material en la que se ha embarcado el arte de tendencia, especulador y político y elitista. Me emociona saber que la gente de distintos sectores sociales se aproximen a mi obra. Para mi del arte deben disfrutar todos, independientemente de la condición social que tengan.