Mirar a las nubes. Pensar en la nube. Sobre arte, drones e internet

10 Jun, 2014

kronick16

Visitando a Sam Kronick en LABoral. Foto @MikiGazquez

Hace varios días, cuando estaba en Gijón visitando a Sam Kronick, leí una noticia sobre el uso de los drones en el cine. El uso de estos vehículos aéreos no tripulados todavía no está regulado para fines comerciales. Sin embargo, en Estados Unidos se hará una excepción para siete empresas, una excepción que permitirá contar con nuevos puntos de vista en las películas pero también ahorrar bastante presupuesto en las producciones. El artículo destaca cómo, paradójicamente, ha sido la propia industria del cine la que ha conseguido este nuevo avance en la legislación, después de haber librado en los últimos años importantes y duras batallas contra el uso de los drones por parte de los paparazzi. Y es que estos pequeños objetos voladores traen consigo, todavía hoy, una fuerte polémica sobre su uso.

A pesar de los beneficios que los drones pueden aportar a ámbitos como la agricultura o la lucha contra los incendios, entre otras cosas, lo cierto es que el control de los drones por parte de los gobiernos muestran el lado más oscuro de esta tecnología. Concretamente, lo que más rechazo provoca es el uso militar que se hace de estos vehículos aéreos no tripulados, especialmente, por parte del ejército estadounidense. Los ataques con drones por parte del ejército estadounidense han matado a más de 3000 civiles en más de 300 ataques durante los últimos diez años sólo en Pakistán. De estos más de 3000 muertos, más de 200 fueron niños. Ante esta situación, en Pakistán un grupo de artistas locales, con el apoyo de otros artistas como el francés JR, han desarrollado el proyecto artístico #NotABugSplat (#NoEsUnInsectoAplastado), que hace referencia a la jerga que utilizan los pilotos de los drones cuando se producen víctimas mortales entre la población civil.

#NotABugSplat Imagen: http://notabugsplat.com/

#NotABugSplat
Imagen: http://notabugsplat.com/

#NotABugSplat consiste en la instalación de grandes lonas visibles desde los satélites con la imagen de una niña que perdió a su familia como consecuencia de los ataques de los drones en Pakistán. El objetivo es empatizar con los pilotos de los drones que, a miles de kilómetros de distancia, dirigen a estos artefactos voladores hacia una coordenadas determinadas y les dan instrucciones para ejecutar una determinada acción. ¿Cómo reaccionarían si en el lugar en el que debe producirse un ataque se encuentran con la imagen a gran escala de una niña y con una mancha diminuta? ¿Servirán acciones de este tipo para concienciar a los gobiernos sobre lo desproporcionado e irracional de sus estrategias militares con drones?

Siguiendo con el lado oscuro de estos vehículos aéreos no tripulados, no hace mucho tiempo conocíamos los planes de Google y Facebook de llevar internet a África y Asia a través de globos y drones. Esta iniciativa aparentemente altruista podría esconder oscuros y turbios intereses comerciales que están relacionados con el ahorro del pago de impuestos por operar en estos territorios, algo que sí hacen otras empresas instaladas en África como Orange o Nokia, y, sobre todo, con el control de datos personales de millones de usuarios.

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Entrevista a Sam Kronick (en inglés) from zapatosrosas on Vimeo.

Como ya comentaba Marta Lorenzo en un post anterior de LABlog, los principales servicios de internet con los que nos comunicamos no son gratis, pero no los pagamos con dinero, sino con datos. Nuestros datos. Y también con nuestros archivos. Millones de documentos en diferentes formatos que subimos “a la nube”, un espacio de almacenamiento virtual, gratuito e ilimitado en el que podremos consultarlos siempre que queramos. Sin embargo, esto no es del todo cierto.

Con frecuencia, caemos en el error de pensar que somos dueños de determinados trozos del espacio de internet: nuestro muro de facebook, nuestro canal de youtube, nuestra nube. La realidad es que ninguno de estos espacios nos pertenecen. Tenemos derecho a usarlo gracias a los datos e información personal que facilitamos a las empresas que las controlan y por eso podemos encontrarnos que se nos censura una foto en facebook o un vídeo en Youtube. Incluso podemos no tener ninguna posibilidad de recuperar un archivo que tenemos colgado en la nube si nos encontramos en un país en el que no está disponible ese servicio por la censura o por intereses empresariales.

¿Somos conscientes realmente de a quién estamos facilitando nuestros datos e información personal a cambio de utilizar determinados servicios o de conectarnos a una wifi gratuita? ¿Sabemos quién almacena nuestros documentos de trabajo, nuestros vídeos o nuestras fotos?

La dependencia que tenemos de internet provoca que no nos paremos a reflexionar de manera crítica sobre este tema, y que muchas veces no seamos capaces de mirar lo que ocurre a nuestro alrededor, más alla de nuestros smartphones.

¿Será que estamos tan inmersos en la nube que nos hemos olvidado de mirar las nubes?

Drone de Sam Kronick para la acción Los ojos en la nube.  Foto: @LABoral

Drone de Sam Kronick para la acción Los ojos en la nube.
Foto: @LABoral

Esta pregunta podría ser el punto de partida de la acción Los ojos en la nube, que Sam Kronick desarrolló con un drone el pasado 1 del junio en el parque de La Providencia de Gijón. En este caso, la acción no estaba dirigida a denunciar el mal uso de los drones o a hacernos reflexionar sobre ellos, sino que se utiliza un drone para que seamos conscientes de cómo se está desarrollando nuestra relación con internet.

Este artista, diseñador y tecnólogo estadounidense hizo volar un drone modificado por él mismo en FABlab con un router que ofrecía una conexión wifi gratuita en un espacio limitado y una cámara de fotos que capturaba imágenes de las nubes. Los asistentes a la acción que se conectaron a la red wifi recibían en sus smartphones las imágenes de nubes que capturaba el drone, pero no podían hacer nada más. No podían utilizar libremente internet. Sólo mirar a las nubes para pararse a pensar en los planes de los gigantes de internet para “colonizar” los países del tercer mundo con los drones, en los drones por los que cada año mueren indiscriminadamente miles de civiles y con los que los gobiernos desarrollan sus planes de espionaje. Mirar a las nubes para pensar que tal vez un drone esté sobrevolando nuestras cabezas sin que nos demos cuenta. Mirar a las nubes para pararnos a pensar sobre la nube, sobre lo que implica vivir permanentemente conectados.

Sam Kronick es muy crítico con todo esto. Y cuando todos buscamos una conexión cada vez más rápida, él ha creado un consorcio por un internet más lento y compara nuestra forma de conectarnos internet con nuestros hábitos a la hora de comer: la comida rápida o fast food la tienes cuando quieras pero la “comida lenta” o slow food se digiere o se asimila mejor.

El interés de Kronick por desarrollar nuevas maneras de conexión a internet se encuentra, ni más ni menos, que en la relación que existe entre la expresión inglesa “surf the web” (“navegar en internet”) con una de sus mayores aficiones, el surf. Según explica, cuando se está en el agua, sobre la tabla de surf, el surfero no controla las olas, no sabe cuándo van a llegar. Tiene que esperarlas y cuando llegan suelen hacerlo juntas. ¿Qué pasaría si en vez de recibir de forma inmediata la información que solicitamos escribiendo una dirección en nuestro navegador o pinchando sobre un hipervínculo tuviéramos que esperar por ella, igual que un surfero espera las olas?

Esto es, precisamente, el “internet lento” y el que podemos experimentar si nos conectamos al modelo Surf de sus routers modificados tanto en los códigos que se encargará de modificar durante su residencia en Telefónica i+D de Barcelona a partir de esta semana, como en su carcasa, realizada con madera y mármol, en el FABlab de LABoral. La modificación del código de programación del router nos permite darnos cuenta de que, como bien dice Kronick, “otros mundos conectados son posibles”, y no sólo el que todos conocemos.

Ya sabemos que internet no es gratis, pero ¿es libre? Y en este punto, el concepto de libertad no necesariamente está vinculado a la censura. ¿Hacemos el uso que nosotros queremos de internet o el que nos imponen determinadas empresas? 

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¡Hola! Soy Montaña

Soy historiadora del arte y en el blog escribo sobre arte contemporáneo, mujeres artistas, feminismo, museos y exposiciones

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